viernes, 1 de agosto de 2008

25 Aniversario de Alien Sex Fiend (Cortesia)

Concretamente un mes más tarde de que recibiese mi primera ostia consagrada (llámese comunión), el Sr. y la Sra. Fiend grababan en los Pineapple Studios -del suburbio londinense de Southall- su primer single y, a la par, su himno más difundido: ‘Ignore the Machine’ (1983, Anagram Records).

Ocho años después, en pleno estallido de una ultrajada “Ruta del Bacalao” que tanta cancha que tanta cancha dio a su opera prima, los del ‘Batcave’ del mítico Soho actuarían en un club de tendencias neotechnoides, hoy ya tan cerrado como emblemático: Xcándalo, en el nº 9 del castizo Paseo de Extremadura.

Por aquel entonces (5 de abril de 1991), sus promotores decidieron festejar tamaño acontecimiento serigrafiando unos vasos de tubo, de plástico, de un modo conmemorativo y para su uso el día del concierto. Algún perturbado incluso guardó el vaso toda la noche... y lo siguió guardando durante años, mudanza tras mudanza, hasta hoy.

Ese mismo enajenado se sorprendió, hace no demasiado, cuando una serie de portales (de la www) anunciaron una mini gira de los (muertos y resucitados) Alien Sex Fiend, por tierras de Zapatero. Falsos rumores y/o cancelación final.

Así hasta que un año más tarde el incansable colectivo madrileño, Scarynoise, anunciase el concierto del que acabamos de disfrutar: viernes 9 de mayo en la Sala Copérnico. Al parecer, surgiría después una obra de acondicionamiento en el local que obligaría a cambiar el lugar de la “bat-cita” (y el flyer). Todos a la sala “Piensa en Verde”, de mayor aforo, no sin las disculpas previas del promotor pese a que ninguna culpa tiene.

Por motivos que huelgan mencionar llegué tarde al evento, así que no sólo su salida al escenario me perdí sino que, según me contaron, también la interpretación de la imperecedera ‘Dead and Buried’; momentos pues que no viví y que, por ende, no puedo reseñar.

A lo que íbamos. Sala de conciertos “de luxe” que contrastaba con una decoración semi-psycho-punkarra. Maniquíes con sanguinolentos maquillajes; ruber dolls o muñecas hinchables con su habitual boca en “O”... y sobre las tablas mucho residuo en soporte papel en torno a un metálico cubo de basura. Todo ello abovedado por peliculeras telarañas de exagerado tamaño. Así era la macabra bienvenida que el escenario te daba. Poco antes se pasaba por delante de un suculento puesto con todo tipo de mercadería, desde camisetas a alfombrillas de ratón.

El público... casi repartido a pachas: entraditos en años retrasados en la parte del fondo; mientras que nuevas generaciones se agolpaban en las primeras filas de una variopinta formación de ropajes alternativos, neopunks, neutros...

La Sra. Fiend, igual que siempre, rodeada de sus cacharros synth-electrónicos. Da gusto ver a verdaderos músicos que tocan al máximo en directo y pasan del DAT, aunque sea complicarse la vida. Su pareja, el gran Nik, antaño melenudo y agora víctima de la alopecia, más “zombie” que nunca con su rostro artificialmente blanquecino y deleitando a los presentes con una continua perfomance, como sólo los muy buenos saben hacer. Les acompañaba un tímido guitarrista con aspecto de indigente que dejaba niquelada su puesta en escena, potenciada a su vez por la enfermiza decoración.

A mi llegada sonaba, deliciosamente, ‘Now I’m Feeling Zombiefield’ en una hipnótica versión extendida. Para quien suscribe comenzaba el espectáculo.

Continuaron, poco después, con la hard-technoide, ’Garbage’, que, si bien arrancó unos bailes, pilló por sorpresa a gran parte del personal, atónito con tanta caña maquinera que tan poco les favorece.

Comentarios de su líder entre canción y canción; uso shakesperiano de una calavera y unos habituales ‘Nothing can go wrong’ de fondo... y a seguir con más tralla.

Guitarreo con evocación al western. Sí. Era el turno de la inigualable, ‘I walk the line’. Clamor entre sólo algunos, ante una interpretación sobresaliente.

Mención aparte merece lo que en ese momento hizo un ¿miembro del staff promotor?, encargado de la cobertura foto-videográfica. Careta de rostro inexpresivo que popularizase Michael “Halloween” Myers... y a mover ralentizadamente una muñeca hinchable, al fondo del escenario como si formara parte de la A.S.F crew. Chapeau!

Más música y más provocaciones del desalmado Nik, arrojándose sobre sí el cubo de la basura... o con dólares en mano en plena alegoría de lo material.

Llegaría después el retorno a su etapa más post-punk, que tantos adeptos logró, con la rabiosamente salvaje, ‘R.I.P.’ La de empujones que se dio la peña mientras sonó su requiem in pace. Inolvidable.

La parte lúdica tampoco faltó. Cómo no, tras un lanzamiento previo de grandes globos que rularon al vuelo entre el público, Nik sacó su archiconocida banana. Plátano hinchable que acabó apropiándose, con gran disimulo, una de los presentes. ¿Fetichismo?

Y se veía venir. Un inconfundible “pum-pum-pum-pum” daba la alerta de su maxi por excelencia. Ese que empieza diciendo: Sun arise, come every morning...

Ahora sí, clímax colectivo entre la multitud. Decenas de móviles en alto grabando en video el ‘Ignore the Machine’ (v.08). Casi nueve minutos de versión que, además de placer, produjo melancolía de sesiones pretéritas en el Saratoga. Menudo temazo, pese a que ya tiene sus veinticinco añazos. Inmejorable.

Sonaron más canciones, y se echaron en falta otras tantas como 'E.S.T. (Trip to the Moon)', 'Stuff the Turkey', 'Here Cum Germs', 'Smells like shit'... y demasiadas más. Es lo que tiene que un grupo de carrera prolífica ofrezca un concierto ‘Best of’; que, o dura cuatro horas, o tan sólo oyes una parte de su discografía. Sucedió lo segundo.

En cualquier caso, fueron veintiséis eurazos muy gozados y aprovechado$ (aunque esta vez no nos serigrafiaran los vasos de plástico). Todo un ESPECTÁCULO de los que merecen escribirse con letras mayúsculas, aunque fuese ver a viejas (pero genuinas) glorias que atrás dejaron su edad de oro y esplendor creativo. Quizás por eso el aforo de público no fue el que cabría haber esperado de unos monstruos “alienígenas” que, tal vez, mutaron demasiado.

Sólo pondría dos peros a su visita: su escaso contacto físico con el respetable (aquí gusta el “sobeteo”) y la sui-generis despedida que se hicieron. Y es que tras abandonar el escenario, en lo que todos pensábamos que sería una visitilla rápida al camerino, la gente comenzó a pedir -eso sí, con poca viveza- que volviesen a salir. Mas los bises fueron desatendidos, pues allí no salió ni el Tato. La aparición de un técnico de sonido sobre el escenario despejaba posibles dudas.

Malogrado final para una actuación tan perfecta en lo demás. Experiencia “para-abnormal” que no me importaría haber repetido el sábado en la ciudad del murciélago heráldico por excelencia, y el domingo en la gótica ciudad condal. Bienaventurados aquellos que lo hayan hecho, pues suyo será el infierno. Maximum Security!

Información a cargo de Karlo Von

No hay comentarios: